Crecimiento personal
4/1/2023
9
min

Cómo transformar discusiones en conversaciones constructivas

Sabemos que el ser humano es un ser social y esto, al igual que conduce a muchas situaciones positivas y agradables, también puede conducirnos en muchos casos a fricciones con los demás y a situaciones y emociones más desagradables.

Las discusiones pueden ser fuente de gran malestar, pero son inevitables en las relaciones humanas y deben ser vistas no desde el miedo a la pérdida y la perspectiva de final de una relación, sino desde el punto de vista del crecimiento personal y el desarrollo.

¿Hay que evitar las discusiones?

La evitación sólo es útil cuando las personas tienen posturas enfrentadas sobre la vida, la política, la religión, la educación o la familia y no son capaces de conversar sin llevar la conversación a un sinfín de ataques personales. Si se pueden establecer las reglas de la conversación, el respeto, la aceptación del otro con sus legítimos puntos de vista (igual que tú tienes los tuyos) y comprender desde la apertura mental que otras opiniones son posibles además de las nuestras, se llegarán a construir relaciones constructivas. Si consideras que no hay una verdad absoluta ni una perspectiva absoluta sino que todos somos observadores diferentes de parte de la realidad, entiendes que tenemos opiniones diferentes y que escuchando otras tendremos una perspectiva más global que nos permitirá tomar mejores decisiones y mantener relaciones más constructivas.

Desde esta perspectiva, hablar con amigos o conocidos de temas controvertidos se convierte en una exposición de perspectivas pero no en una imposición de una única verdad. Se puede hablar desde la posición de escuchar perspectivas diferentes, ideas que a ti no se te hubieran ocurrido, soluciones en las que no has pensado y así saldrás enriquecido y mejor informado. Con esta perspectiva de no tener tú la razón sino tu razón y no intentar imponerla, el respeto, la honestidad y la empatía darán lugar a una conversación amable, abierta y adecuada.

Ahora bien, tanto tú como tus interlocutores tenéis que tener esta forma de entender la conversación porque, si no, es más complicado hablar de estos temas. Por ejemplo, hay ciertas situaciones o tipos de personas con las que no nos conviene discutir, como son:

  • Personas impositivas, que hablan creyendo que tienen la verdad y que descalifican a los que no comparten sus ideas.
  • Personas agresivas, intolerantes o dominadoras. 
  • Las que se encuentran bajo los efectos del alcohol o drogas y, especialmente, debemos alejarnos de las que han hecho uso y abuso de las mismas.
  • Aquellas con las que sabemos que no vamos a llegar a acuerdo alguno. Es inútil y agotador perder el tiempo discutiendo con ellas, porque el desgaste puede ser excesivo.
  • Personas que están pasando por un mal momento. No está bien aprovecharse de ellas porque podemos tener un gran sentimiento de culpabilidad después.
  • Las que son vengativas y rencorosas, pues pueden hacernos alguna jugarreta inesperada después.
  • Aquellas que nos han demostrado que no nos aprecian. 
  • Personas maleducadas o que no saben guardar las formas.
  • Las que son muy rígidas o intolerantes y no van a ceder ni un ápice en su postura.
  • Aquellas que no encajan bien una crítica y se pueden sentir sobrepasadas tras la discusión.
  • Ante aquellas personas que te ignoran. 
  • Cuando están haciendo otras cosas o están afectados por un tema y no te pueden prestar la atención que mereces.

Dicho esto, no evitar las discusiones no significa que podamos decir todo aquello que nos apetezca en todo momento sin fijarnos en si herimos los sentimientos de los demás o no. Lo que se piensa es un tema personal y si queremos tener relaciones constructivas tenemos que pensar lo que es adecuado decir y lo que no. Se ha pensado durante mucho tiempo que ir con la verdad por delante siempre es lo más apropiado, sin embargo, esto no tiene por qué ser adecuado, tan sólo es tu verdad y si al expresarte causas dolor, no deja de ser un acto de agresión. Ser honesto es un valor a ensalzar en las discusiones, pero siempre anteponiendo la empatía, el tacto y el respeto si no queremos dañar ni ser dañados.

Las situaciones tensas nos hacen actuar de manera impulsiva dificultando la claridad mental para filtrar, evaluar y sopesar acerca de lo que estamos emitiendo, por lo que podemos arrepentirnos a posteriori por el daño causado. Para ello, un recurso que puede venir estupendamente para evitar que esto nos suceda es lo siguiente: antes de decir algo, piensa por un momento en las consecuencias que puede tener lo que quieres decir, tanto para los demás como para ti, a corto y a largo plazo. Este simple ejercicio puede ser muy revelador y nos puede frenar antes de decir algo inoportuno que puede herir innecesariamente.

¿Cuándo se convierte en un problema la discusión?

Una discusión se convierte en un problema cuando genera malestar, sufrimiento extremo, cuando no llegamos a acuerdo alguno, sentimos que nos vamos alejando de la otra persona y que no se han respetado los límites personales. La falta de escucha, la carencia de empatía, no dejar espacio a la otra persona para que pueda expresarse, ningunear al otro, las burlas o hablar por encima, chillar e interrumpir continuamente; son claros signos de que la discusión va por muy mal camino. Querer defender nuestra opinión de una forma rígida, sin respetar la opinión del otro, convierte en un problema la discusión en sí. Si a esto le sumamos gritos, ofensas, malas formas, descalificaciones y gestos desmedidos; el problema está servido.

Nunca, en unas relaciones constructivas, la discusión es aceptada. Es cierto que, en ocasiones, las personas entran en discusiones, muchas veces por malentendidos o porque se están construyendo los límites en una relación, pero si hay respeto y amor suelen disolverse con facilidad. Otra cosa son las relaciones en las que la discusión es la forma habitual de relacionarse, no son constructivas ni buenas para las personas y suelen tener consecuencias nefastas. Hay que saber diferenciar cuándo se utiliza la discusión de manera estimulante y sana o, por el contrario, cuándo refleja problemas estructurales de la relación. 

Es fácil que la discusión derive en el ataque personal cuando no se cuenta con los recursos adecuados para expresarse asertivamente y escuchar empáticamente.

¿Cómo evitamos el punto de no retorno en una discusión?

La psicología ha estudiado a fondo las relaciones y las conversaciones y nos ofrece una gama de recursos que nos pueden ayudar a evitar el punto de no retorno en una discusión acalorada, algunas son:

  • No tomarte como una ofensa la opinión del otro: es suya, tú tienes la tuya. 
  • No responder a los ataques personales con más ataques personales.
  • Ser objetivos y no juzgar las intenciones del interlocutor.
  • No interpretar como negativo aquello que nos están diciendo, porque no es ni bueno ni malo, es como es, una opinión ajena, con la que podemos estar de acuerdo o no, nos guste o disguste.
  • Ser conscientes de que no se trata tanto de lo que nos dicen sino de cómo interpretamos lo que nos están comentando.
  • Cuando comencemos a sentir furia, ira o enfado, salir de la situación y descargarla en un espacio en el que no haya nadie contra el que podamos atentar. Hacer inspiraciones y beber un vaso de agua, con frecuencia, es suficiente.
  • Directamente no responder a los ataques del otro, hacer caso omiso y retirarse.
  • Aplazar la discusión a otro momento más adecuado en el que reinen la tranquilidad y la calma.

Además de estos recursos, hay ciertos aspectos a tener en cuenta a la hora de mantener una discusión que están relacionados con el lenguaje verbal y el lenguaje corporal, ya que estos pueden contribuir o bien a que la discusión se incline hacia su lado más agresivo o, por el contrario, a suavizar la tensión creciente. Algunas indicaciones para controlar el lenguaje son:

  • Lo primero, abandonar la actitud de confrontación, debatir puntos de vista es enriquecedor para todos. Intentar imponer el propio punto de vista como el único o bueno no ayuda a tomar decisiones útiles ni a tener relaciones enriquecedoras.
  • El lenguaje debe ser directo, claro y sencillo, sin dar rodeos para no desvirtuar nuestro discurso y hacerlo más comprensible a los demás.
  • Las palabras prohibidas son aquellas ofensivas o que falten al respeto.
  • Evita expresiones que culpabilizan, critican, ofenden, faltan al respeto, reprochan y tocan los puntos débiles de la otra persona.
  • Asume y reconoce más por tu parte, céntrate en ti, en exponer tu punto de vista y en cómo la opinión del otro te hace sentir, pero siempre desde tu punto de vista.
  • Reconoce y pon en valor la opinión contraria, a pesar de no estar de acuerdo.
  • Repite lo que la otra persona dice como muestra de atención y entendimiento.
  • Fíjate también en tu lenguaje no verbal: sitúate de lado, con los brazos sin cruzar y sin elevar demasiado el mentón, para evitar posturas agresivas que impliquen desafío.
  • Identifica un potencial conflicto antes de que llegue y se te vaya de las manos.
  • Expresa en qué punto puedes estar de acuerdo y hazlo saber.
  • Muestra las palmas de las manos abiertas en señal de honestidad.
  • Apunta los pies hacia la persona que te está hablando.
  • No cruces las piernas.
  • No arrugues la frente o muestres expresiones de dureza, incredulidad o burla.
  • No aprietes los labios.
  • No mantengas la mirada fija ni durante un tiempo prolongado sobre el mismo punto. Mira a los ojos, mejor al entrecejo, con comprensión y sin desafiar.
  • No eleves el tono de voz.
  • No te muestres prepotente ni hagas sentir al otro como si fuera tonto.
  • No juzgues nunca al otro como inferior o incapaz.

Hay palabras prohibidas que no deben pronunciarse, así como lenguaje corporal que debe medirse para no dar lugar a interpretaciones erróneas ni generar malestar innecesariamente, por lo que tenemos que cuidar nuestras formas y la comunicación no verbal que estamos emitiendo si queremos debatir bien y no empeorar las cosas.

Estrategias para transformar las discusiones violentas en conversaciones constructivas

Algunas estrategias para transformar las discusiones violentas en conversaciones constructivas son las siguientes:

  • No mires directamente a los ojos del interlocutor, mírale al entrecejo. Si lo haces, puedes intimidar o invitar a retar a alguien en determinadas situaciones, especialmente en las discusiones violentas.
  • La “sinceridad ante todo” que algunos defiendan a capa y espada, a día de hoy ya no tiene cabida, porque se puede llegar a hacer mucho daño innecesariamente y, en ocasiones, puede convertirse en un acto de agresión.
  • No insultes ni faltes el respeto.
  • Practica la escucha activa. ¿Eres capaz de estar callado y escuchar atentamente sin interrumpir a la otra persona o hace ya un rato que has desconectado y solo estás pensando en lo que vas a decir tú? 
  • No utilices información confidencial para atacar donde más duele al adversario.
  • Prohibido alzar la voz, pues un tono alto incita a la polémica y a responder en la misma medida o incluso más alto para hacerse notar. Por hablar más alto no se tiene más razón.
  • No faltes al respeto bajo ningún concepto.
  • No pretendas persuadir ni convencer si ves que el otro no opina lo mismo que tú. Puede llevar a querer imponer y que la otra persona se oponga con rechazo y ofensa, siendo, al final, una estrategia contraproducente.
  • No hagas reproches por hechos pasados que nada tienen que ver con el momento presente y que sólo restan y añaden más leña al fuego. Céntrate en este momento de la discusión.

¿Cómo podemos practicar la escucha activa?

La escucha activa podemos practicarla de esta forma, a la vez que evitamos ciertos elementos que la perjudican:

  • Evita las distracciones
  • Aporta feedback 
  • No interrumpas
  • Da muestras de entendimiento asintiendo y moviendo la cabeza
  • Repite o resume lo que el otro ha dicho
  • Sé paciente y dale el tiempo necesario a tu interlocutor para que se exprese libremente
  • No seas selectivo con la información aportada y tenla en cuenta sin filtros propios
  • Cuida tu lenguaje corporal
  • Deja a un lado tus opiniones personales y abre tu mente sin condicionamientos
  • Expresa interés y haz que la otra persona se sienta a gusto
  • Pregunta todo aquello que no alcances a entender, sin miedo ni vergüenza alguna
  • Muestra empatía, interés y respeto
  • No aconsejes si no te lo han pedido
  • No hables de ti
  • No soluciones el problema
  • Evita expresar rechazo con tu lenguaje verbal y no verbal
  • No critiques
  • Centra toda tu atención y energía en la persona que te está hablando

Cómo tener una visión positiva de las discusiones

Hay una serie de pautas que podemos tener en mente y llevar a cabo para poder mantener una visión positiva y enriquecedora de las discusiones, haciendo así de la discusión una fuente de soluciones y no de problemas:

  • Toma la discusión como una oportunidad para confrontar y valorar distintas opiniones sobre algún tema en concreto.
  • Respeta el turno de palabra y no interrumpas.
  • Aprende a escuchar atentamente y sin distracciones.
  • No quieras imponer tu propio criterio.
  • Busca consensos.
  • Ponte en el lugar del otro para intentar entender cómo se siente. 
  • Cambia los papeles y pasa a asumir el rol del contrario y defiende su punto de vista.
  • Busca el momento idóneo para hablar.
  • No hables nunca bajo los efectos del alcohol o cualquier otra sustancia que te altere.
  • Identifica cómo te sientes y por qué te sientes así.
  • Ofrece tu punto de vista sin atacar.
  • Respeta sin invalidar la opinión ajena.
  • Expón tus argumentos reconociendo los errores que hayas podido cometer.
  • Solicita en lugar de exigir.
  • Reconoce las emociones de la otra persona.
  • Céntrate en los aspectos positivos que tiene el otro y exprésalos.
  • No ahondes en viejas heridas ni reproches.
  • Habla en un tono calmado sin elevarlo.
  • Pide disculpas si no has obrado bien.
  • Sé tolerante y flexible, cede, date permiso para estar abierto a escuchar y a llegar a un punto intermedio de encuentro que satisfaga a ambas partes y de buena gana.
  • Comienza con aceptar el punto de vista del otro “Entiendo lo que dices, aunque yo opino diferente…”

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