Crecimiento personal
31/8/2023
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¿Por qué ayudamos a los demás?: diferentes tipos de altruismo

El altruismo es un fenómeno fascinante que ha sido objeto de estudio en diversas disciplinas y, por supuesto, en la psicología. Actos como que España mantenga su liderazgo en la donación de órganos o los 3,3 millones de voluntarios que tiene nuestro país hacen que cada 5 de diciembre se celebre, desde 1986, el Día Internacional de los Voluntarios para resaltar la importante labor que realizan todas estas personas. Pero ¿por qué algunas personas se sienten impulsadas a ayudar a los demás sin esperar nada a cambio? ¿Qué ocurre en nuestro cerebro y en nosotros mismos cuando nos dedicamos a acciones altruistas?

¿Cómo se define el altruismo?

El altruismo se define como el comportamiento voluntario y desinteresado que busca el bienestar de los demás, incluso a costa de la pérdida de beneficio personal. Aunque es común que nuestras acciones estén influenciadas por algún tipo de recompensa emocional o social, el altruismo se caracteriza por la ausencia de un interés egoísta directo y la disposición a ayudar sin esperar nada a cambio. Este fenómeno desafía la idea de que los seres humanos sólo actúan en beneficio propio y plantea interrogantes sobre las raíces de nuestra naturaleza social y nuestra capacidad para mostrar empatía y compasión hacia los demás.

¿Tenemos un cerebro altruista?

Este curioso fenómeno ha llevado a buscar una explicación científica a numerosos investigadores, incluyendo sus correlatos cerebrales. Los avances en la investigación neurocientífica han arrojado luz sobre los fundamentos cerebrales del altruismo, revelando que el cerebro humano está intrínsecamente preparado para responder a situaciones altruistas. Uno de los aspectos clave en el estudio del altruismo es la liberación de ciertas sustancias químicas en el cerebro, como la oxitocina, conocida como la "hormona del amor" u "hormona del apego". La oxitocina desempeña un papel crucial en la formación de vínculos emocionales y está asociada con sentimientos de empatía y voluntad de ayudar a los demás. Diversos estudios han demostrado que niveles elevados de oxitocina en el cerebro están relacionados con un aumento en la disposición de las personas para colaborar, compartir recursos y brindar apoyo emocional y físico a aquellos que lo necesitan. Esto sugiere que la oxitocina puede actuar como un facilitador biológico del comportamiento altruista. Además de la oxitocina, las áreas cerebrales involucradas en la recompensa y el placer también desempeñan un papel importante en el altruismo. Estudios de resonancia magnética funcional han demostrado que estas áreas, como el núcleo accumbens y la corteza prefrontal ventromedial, se activan cuando realizamos acciones altruistas o experimentamos la satisfacción emocional de ayudar a los demás. Estas respuestas cerebrales sugieren que el acto de ayudar a los demás puede generar una sensación de bienestar y gratificación personal.

En otras palabras, el cerebro puede asociar el altruismo con experiencias placenteras, lo que refuerza aún más nuestra disposición a realizar acciones altruistas en el futuro. Además, se ha observado que el altruismo también puede tener efectos beneficiosos para nuestra propia salud y bienestar psicológico. Numerosos estudios han encontrado que las personas que se dedican a comportamientos altruistas reportan niveles más altos de satisfacción vital, menor incidencia de depresión y ansiedad, y una mayor sensación de conexión social y propósito en la vida. 

Entonces, ¿es el altruismo un acto generoso o egoísta? 

Modelo de altruismo egoísta

De esta cuestión surge el modelo de altruismo egoísta con Richard Dawkins como principal representante. Este modelo propone que nuestras acciones altruistas también pueden estar impulsadas por un beneficio personal indirecto. Según esta teoría, ayudamos a los demás porque nos proporciona una sensación de gratificación o mejora nuestra reputación social. En este sentido, el altruismo egoísta plantea que nuestras acciones altruistas no son completamente desinteresadas, sino que también están influenciadas por la búsqueda de recompensas emocionales o sociales. 

En este sentido, Dawkins propone la teoría de selección por parentesco dentro de su libro El gen egoísta. Según este biólogo y escritor británico, los genes son los verdaderos impulsores de la evolución y el comportamiento altruista puede ser explicado en términos de maximizar la supervivencia y reproducción de los propios genes. Según esta perspectiva, el altruismo puede surgir como una estrategia evolutiva indirecta que beneficia la propagación de los genes compartidos por los individuos relacionados genéticamente, incluso a costa de un sacrificio personal.

Modelo de altruismo puro

En contraposición al altruismo egoísta, se encuentra el modelo de altruismo puro de Batson, psicólogo social, quien ha desarrollado un modelo conocido como "altruismo puro". Este modelo plantea que el altruismo se basa en la empatía y la preocupación genuina por el bienestar de los demás, sin ningún tipo de motivación egoísta subyacente. Según el enfoque de altruismo puro de Batson, cuando nos ponemos en el lugar de alguien que necesita ayuda, experimentamos un impulso natural y automático para asistirles. Este impulso se origina en nuestra capacidad innata para sentir empatía, es decir, la capacidad de entender y compartir las emociones de los demás. La empatía nos permite conectarnos emocionalmente con las experiencias de los demás y nos motiva a tomar medidas para aliviar su sufrimiento. 

El modelo de altruismo puro enfatiza la importancia de la conexión emocional y el deseo genuino de ayudar a los demás. Según Batson, cuando nos encontramos frente a situaciones que involucran el sufrimiento o la necesidad de alguien, experimentamos un sentimiento de angustia empática. Para reducir esta angustia, sentimos un fuerte impulso de tomar medidas para ayudar, ya que nuestro objetivo principal es aliviar el sufrimiento ajeno. Este modelo no niega la posibilidad de recompensas personales, pero afirma que no son la principal motivación subyacente para prestar ayuda a los demás.

Otros modelos

También existen otros modelos como el del aprendizaje social para explicar la conducta altruista. Según este modelo, a través de la observación, el aprendizaje de habilidades sociales y emocionales, y la internalización de normas sociales, podemos adquirir y desarrollar comportamientos altruistas en nuestras vidas. El aprendizaje social nos brinda la oportunidad de formar parte de comunidades altruistas y contribuir a la construcción de una sociedad más solidaria y compasiva.

En conclusión, sea cual sea el modelo o la explicación que elijamos, el acto de ayudar a los demás sigue siendo una manifestación valiosa y esencial de nuestra naturaleza humana y de nuestra sociedad. A medida que exploramos y fomentamos el altruismo en nuestras vidas, podemos promover sociedades más solidarias, empáticas y colaborativas, construyendo un mundo en el que el bienestar colectivo sea una prioridad compartida. El hecho de que nos ayuden nos facilita el sentimiento de pertenencia a un grupo y despierta emociones como la gratitud o habilidades sociales. Por el contrario, la ausencia de ayuda, sobre todo en los primeros momentos de nuestras vidas, puede hacer que acabemos desarrollando un problema con el apego o sintomatología clínica. Si este es el caso, siempre puedes consultar con un profesional de la psicología para conseguir una mejor salud mental.