Depresión
1/11/2022
6
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Cómo lidiar con el sentimiento de impotencia ante la enfermedad

Existen diversas formas de reaccionar cuando nos diagnostican una enfermedad, pero lo habitual es que nos cueste asimilar la noticia y que no nos sintamos preparados para ello.

Las estadísticas demuestran que únicamente un 28% de la población responde de manera optimista y asumiendo plenamente el diagnóstico de su enfermedad. El 72% restante no suele asumir el diagnóstico y se muestra crítico, derrotista, inconformista y con un gran resentimiento social que no les permite adaptarse al padecimiento de la enfermedad.

Hay ciertos patrones comunes de reacción emocional que suelen aparecer tras situaciones que nos resultan muy desbordantes, como es la noticia de una enfermedad grave. En su mayor parte, suelen acompañarse de sentimientos negativos como impotencia y desesperanza, sobre todo si se trata de una patología crónica, invalidante, traumática o que esté acompañada de un excesivo dolor físico o mental.

Desde la psicología el concepto de impotencia se define como la falta de poder o incapacidad para hacer aquello que queremos. Cuando una persona tiene estos sentimientos, creerá que nada de lo que haga será suficiente para hacer frente a la realidad y que no habrá nada que esté en su mano para poder cambiarlo. Este sentimiento provocará, a su vez, la desesperanza, puesto que se empezará a perder toda la ilusión de recuperarse y se desencadenarán otro tipo de situaciones o patologías derivadas, siendo la depresión y la ansiedad las más frecuentes en este tipo de pacientes.

Consecuencias psicológicas del diagnóstico de enfermedad

Una enfermedad crónica o grave (cáncer, enfermedades cardiovasculares, enfermedades reumáticas, etc.), no solo conlleva efectos biológicos, como la alteración estructural o funcional del organismo; sino también consecuencias psicológicas, como sufrimiento y dolor; y consecuencias sociales, como invalidez y aislamiento.

Enfermar supone enfrentarse a un mundo desconocido en el que la persona se ve obligada a realizar un ajuste psicológico significativo en base a la nueva situación en la que se encuentra. El modo de afrontamiento de las nuevas emociones que van apareciendo influirá en la correcta adaptación a la enfermedad.

La ansiedad y la depresión son las patologías asociadas más habituales en pacientes con enfermedades crónicas, y las que más afectan a nivel de bienestar y calidad de vida. Cuando se habla de depresión hay que comprender que no se trata simplemente de un estado de tristeza, sino que es un trastorno del estado de ánimo que conlleva sentimientos de desesperanza, impotencia, inutilidad e infelicidad, sin experimentar emociones gratas por ninguna actividad. Por su parte, la ansiedad es el estado de preocupación excesiva e irracional por lo que pueda suceder y el temor a la incertidumbre de no saber cómo va a ser nuestra vida a partir de ese momento.

Otro tipo de consecuencias o emociones que pueden aparecer tras haber sido diagnosticados con una enfermedad son:

  • Sentimiento de culpa: este sentimiento puede darse al arrepentirse de no haber llevado hábitos de vida saludables (fumar, beber, comer mal, sedentarismo, etc.), o por no haber cumplido con aquellas expectativas de vida que se habían soñado. Asimismo, se puede dar el caso de que a la culpa se añada el sentimiento de negación a la enfermedad, a través del cual se tenderá a culpar a personas externas de lo que nos ocurre por no saber cómo afrontarlo de manera individual.
  • Baja autoestima: encontrarse indefenso, con falta de autonomía o dependiente de los demás puede generar sentimientos de baja autoestima, debilidad o  inferioridad. Esto llevará a la persona a un aislamiento social, generando, a su vez, un sentimiento de sentirse incomprendido por verse diferente y en peores condiciones que las personas que se consideran “sanas”.
  • Ira: la ira o el enfado pueden aparecer como mecanismo de defensa al no saber aceptar o afrontar la enfermedad. Esta rabia suele estar relacionada con el sentimiento de injusticia, al no entender por qué nos ha tocado a nosotros estar enfermos, y puede dirigirse tanto al personal sanitario como al cuidador principal (familia, amigos, pareja), pese a que sean las personas a las que más queremos o que más nos intentan ayudar.
  • Miedo o duelo: existen muchos tipos de temores que una persona con una enfermedad puede padecer (miedo a la muerte, al aislamiento, al dolor, a la incertidumbre…). Tratar de identificar qué es lo que da miedo es lo que va a ayudar a afrontarlo y controlarlo. Asimismo, la enfermedad puede ser entendida como la pérdida de una parte de nuestra vida, por lo que hay que tener en cuenta que se va a atravesar un proceso de duelo.

Claves para lidiar con la enfermedad

A la hora de enfrentar el diagnóstico de una enfermedad es muy importante el afrontamiento que hacemos de ella. Con el diagnóstico, suele aparecer un estado de negación. Este estado es lo que se considera una forma de afrontamiento evitativo, en el que se va a restar importancia a los síntomas de la enfermedad y se va a tener una incorrecta regulación de las emociones y una mala adaptación psicológica al diagnóstico.

Lo que se debe intentar es tener un afrontamiento activo, en el que se tengan pensamientos lo más positivos posibles frente a la enfermedad y en el que se hagan esfuerzos activos para afrontarla.

Existen una serie de claves que nos van a ayudar a lidiar con el sentimiento de impotencia y con la carga psicológica que conlleva tener una enfermedad:

  1. Psicoeducación: para afrontar el miedo a lo desconocido es importante reducir la incertidumbre de nuestra mente. Conocer nuestra patología y cómo puede progresar la enfermedad nos va a ayudar a prepararnos mental y físicamente para los cambios y a controlar mejor las situaciones que vayan apareciendo.
  2. Aceptar el cambio: asumir algo tan importante puede llevar su tiempo y, al principio, es normal encontrarse en un estado de shock. Negarse al cambio sólo va a complicar nuestro proceso de enfermedad, por ello, es importante hacer todo lo posible por adaptar la dinámica de nuestra vida a esta nueva situación, organizándonos de manera diferente sin darle a la enfermedad todo el poder de dominar completamente nuestras emociones y nuestra rutina.
  3. Fomentar la autonomía: la pérdida de independencia es el factor que más suele dañar nuestra autoestima. Por ello es importante, en la medida de lo posible, restaurar o reforzar la habilidad del paciente para afrontar por sí mismo sus dificultades y adaptarse a la enfermedad. Además, hay que continuar haciendo aquello que nos gusta, nuestro ocio, nuestros hobbies o, en general, aquellos pequeños detalles que puedan seguir aportando a nuestra vida cierta sensación de normalidad y cotidianidad.
  4. No aislarse: explicar en voz alta nuestros sentimientos, los cambios que sentimos o las preocupaciones que tenemos puede ser difícil porque hace todo más real. Sin embargo, es lo que nos va a ayudar a aceptarlo, así como a liberar la carga que sentimos. En el caso de no contar con una red social o familiar que nos permita desahogarnos, existen grupos de autoayuda o comunidades de personas que comparten una misma enfermedad a los que podemos acudir. Ver que hay otras personas que están pasando por la misma situación nos permitirá ganar confianza y reducir el sentimiento de soledad y de sentirnos incomprendidos.
  5. Cuidarnos y mostrarnos optimistas: adaptarse a una enfermedad crónica implica una habituación a nuevas responsabilidades respecto a cambios en el estilo de vida y la conducta. Tener hábitos de vida saludables después del diagnóstico de una enfermedad está asociado con beneficios físicos a nivel sintomático y funcional, así como a un mayor bienestar psicológico. Además, un estado de ánimo positivo y un correcto estilo de regulación emocional que potencie los sentimientos agradables, conseguirán que cambie nuestro estilo de afrontamiento y que podamos seguir disfrutando de nuestra vida.
  6. Psicoterapia: acudir al psicólogo es algo indispensable si queremos mejorar nuestra salud mental. La terapia nos va a ayudar a externalizar nuestras emociones y tener un punto de apoyo que nos enseñe estrategias cognitivas que nos permitan contrarrestar el efecto negativo que la enfermedad tiene sobre nuestro bienestar emocional. Las terapias de reestructuración cognitiva resultarán de gran utilidad para cambiar los patrones de conducta, ideas o creencias negativas que tenemos acerca de la enfermedad, para así sustituirlas por otras que nos resulten más adaptativas. De la misma manera, otra de las terapias que más se recomienda para los pacientes con enfermedades crónicas es el Mindfulness. A través de esta práctica aprenderemos a centrar nuestro pensamiento en el aquí y el ahora, siendo capaces de parar el tren de pensamiento y aprender a apreciar los momentos buenos que estamos viviendo y las cosas que aún podemos hacer en el presente, evitando centrar la atención en el pasado o en el futuro.

En conclusión, desde el punto de vista de la psicología, para afrontar el sentimiento de impotencia, es muy importante comprender que:

  • No somos enfermos, sino que somos personas que tenemos una enfermedad.
  • La enfermedad no es una característica de nuestra personalidad o de nuestro ser, sino algo que tenemos y con lo que debemos aprender a convivir.
  • Hay que adoptar una visión optimista, fijándonos en todo lo positivo del día a día, sin dejar que la enfermedad nos derrote y se apodere de todos los ámbitos de nuestra vida.

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