Ansiedad
21/9/2019
7
min

Agresividad. ¿Por qué aparece y cómo controlarla?

La agresividad con frecuencia es motivo de consulta de los profesionales de la psicología. Tanto en niños como en adultos la falta de control tiene consecuencias negativas, ya sea a nivel personal, familiar o social. Cuando es una respuesta habitual ante los problemas o frustraciones de la vida, esta conducta genera malestar tanto en la persona como en el entorno.

¿Cómo se puede mejorar o controlar el comportamiento agresivo? Habitualmente los pacientes quieren cambiar esta conducta, sobre todo, si ha provocado consecuencias negativas en su vida. A algunas personas comienza a llamarles la atención darse cuenta de que sienten ira incluso cuando no ha ocurrido nada a su alrededor.

Hablaremos de todas estas cuestiones en este artículo con el objetivo de que conozcas un poco más sobre este estado emocional, que en ocasiones se convierte en uno de los síntomas de depresión.

La definición de la agresividad

La conducta agresiva, definida de manera general, es la que se realiza para hacer daño, ya sea a nivel físico, psicológico o social. Esta última se refiere a querer dañar la posición social de otra persona.

Sin embargo, nos vamos a centrar en la agresividad que se produce por una falta de control de los impulsos independientemente de que la persona desee dañar realmente al otro.

De hecho, en numerosas ocasiones, esta conducta está compuesta por emociones como la ira, la cólera o la rabia y es espontánea, aparece repentinamente. (Así la diferenciamos de agresiones que están planificadas y que tienen menos que ver con el problema de la agresividad como falta de control de impulsos)

También tiene la característica de que suele estar relacionada con factores que la desencadenan, como puede ser un sentimiento de injusticia, una provocación por parte de otra persona o por frustración. Son como interruptores que hacen saltar la conducta.

Características de la ira

La ira tiene una serie de características que afectan al funcionamiento fisiológico de la persona, entre ellas:

- Incrementa el ritmo cardíaco.

- Aumenta la presión arterial.

- Aumenta los niveles de adrenalina y noradrenalina en sangre.

- Enrojecimiento de la piel, sobre todo en la cara.

- Aumenta la sudoración y también la fuerza o energía corporal.

Las consecuencias de estos cambios pueden llegar a perjudicar la capacidad de razonar en ese momento. Al ser una emoción básica e instintiva, de defensa o ataque ante un peligro real o imaginado, el organismo se prepara para la acción.

Causas de la ira

La agresividad aparece en situaciones en las que la persona se siente amenazada. Puede ser un peligro, una situación peligrosa, censurable o injusta, o la falta de atención por parte de otras personas. Pero también las condiciones ambientales la pueden generar. Por ejemplo, el calor extremo o el ruido excesivo y constante.

La respuesta agresiva es la misma ante los diferentes estímulos, es decir, una respuesta inespecífica que no se disipa con facilidad y se acumula. Esto quiere decir que si se mantienen o aparecen nuevos estímulos estos se suman a los anteriores.

Las vías cerebrales de la ira

Se sabe que hay dos vías en el cerebro que controlan este tipo de conducta.

1. La vía del tálamo-corteza cerebral- amígdala. En este caso al llegar los estímulos a la corteza, la persona evalúa la situación y a través de la amígdala, la persona puede inhibir su activación agresiva.

2. La vía tálamo- amígdala hace que la información no pase por la corteza cerebral, por lo que la persona que recibe los estímulos se comporta de manera agresiva sin pensar. Esta vía cerebral es en realidad la responsable de las respuestas automáticas de la agresividad. Son respuestas irreflexivas, y una vez pasada la situación la persona evalúa lo ocurrido reforzando o atenuando la reacción.

¿Entonces hay varios tipos de respuesta agresiva? Exacto, pueden ser diferentes en función de cómo se procesa la situación al completo.

Tipos de respuesta agresiva

Como te venimos comentando la ira es una conducta inespecífica, es decir, podemos diferenciar varios tipos de conducta agresiva, veamos cuales:

La violencia que aparece para lograr un fin

Es una conducta instrumental, acompañada de ira. Esta conducta se asocia con la incapacidad para resolver los problemas utilizando habilidades de comunicación y con la falta de autocontrol. Con un ejemplo se entiende mejor:

Un hijo no quiere hacer los deberes y se niega en rotundo, el progenitor quiere que los haga y se siente enfadado pero en lugar de utilizar un castigo como, por ejemplo, dejarle sin juegos, le pega, le grita y le insulta.

Si te fijas la agresividad aquí tiene un objetivo, "obligar a hacer los deberes", pero la conducta es igualmente colérica.

La violencia explosiva

Cuando una persona aguanta una situación que le frustra durante tiempo pueden aparecer en un momento dado explosiones de ira. A veces las frustraciones, injusticias o perturbaciones diarias aunque sean pequeñas se van acumulando en la persona.

La agresividad como defensa

También puede aparecer la conducta agresiva cuando la persona se siente atacada ya sea real o imaginariamente. Si existe una tendencia a interpretar las situaciones negativamente podemos llegar a utilizar la agresividad de manera injustificada.

Pero, entonces, ¿cómo controlar la ira y la agresividad?

¿Cómo controlar la agresividad?

#1.-  Analiza de dónde viene la ira

Toma conciencia de los motivos que producen la agresividad, saber esto es el primer paso para comenzar a gestionar esta emoción.

Se deben racionalizar los impulsos, sobre todo los que nos conducen a la rabia, cólera o ira, de forma que podamos relativizar lo que nos ocurre en la vida. Para ello, es útil aprender con un terapeuta cómo dar un significado menos negativo a las situaciones y entrenar las técnicas de control de los impulsos.

Las técnicas de control ayudan a detenerse en las fases previas a la conducta agresiva, lo cual ayuda mucho en las situaciones potencialmente desencadenantes.

#2.- Reformular tus pensamientos

En ocasiones son los propios esquemas cognitivos los que llevan a no gestionar de forma eficaz la ira.

Es importante reformular lo que pensamos de las situaciones y de los demás, de sus intenciones y de los motivos reales que tenemos para mostrar esa agresividad.

#3.- Piensa en las consecuencias

Ten presente que las respuestas agresivas pueden afectar a diferentes ambientes, llegando a producir problemas de relación con nuestra familia, en el trabajo o con amistades. Pero también sociales, por ejemplo, la conducción agresiva que nos lleve a accidentes graves, multas o infracciones.

Un terapeuta también ayuda a plantearse las consecuencias de las conductas, parar en el momento previo y pensar lo que pasará si se actúa de manera agresiva.

#4.- Mantener hábitos de vida saludable

Desde luego el alcohol, el tabaco, las drogas, no dormir suficiente o no alimentarse bien no ayudan a que nuestra conducta pueda ser controlada por nosotros.

Por ejemplo, sentirse agotado física y mentalmente hace que nos sintamos más irascibles. También empeora nuestros recursos a la hora de afrontar situaciones potencialmente negativas. Aquí puedes leer más sobre la abulia o falta de energía, uno de los signos de la depresión más frecuentes.

#5.- Entrena las técnicas de relajación

La meditación, la relajación y las técnicas de autocontrol son formas muy efectivas de evitar la ira. Puedes relajarte también con deporte, yoga o mindfulness. Esta practica debe realizarse de forma mantenida en el tiempo para que se observen sus beneficios.

#6.- Pide ayuda profesional

Acudir a terapia puede ser un gran paso para aprender técnicas de autocontrol y cambiar tus esquemas de pensamiento. Como te comentábamos, aprender a manejar la agresividad es posible.

Lo habitual es que el terapeuta analice tu caso concreto, es decir, realice un análisis funcional de tu conducta. Y después, elabore una estrategia de tratamiento en base a unos objetivos concretos.

El terapeuta puede intervenir en los tres niveles

nivel emocional: que puede ser una emoción desmedida y se debe de adecuar a la realidad.

nivel cognitivo: ya que si los esquemas de funcionamiento son negativos hacia los demás se tiende a ser más agresivo.

nivel conductual: aprendiendo a detectar las conductas, pensamientos y sentimientos previos a la conducta agresiva para detenerte a tiempo.

Como hemos visto, cuando una persona desarrolla este estilo de comportamiento agresivo, puede deberse a que lo viene aprendiendo desde la infancia, por ejemplo, en su familia de origen. Los niños aprenden los comportamientos de los adultos de manera automática, sin pensar en si son mejores o peores.

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Pero también es cierto que hay personas que por su temperamento tienden a reaccionar de manera más agresiva que otras. Es decir que se combinan ambas cosas: el aprendizaje y el propio temperamento.

En definitiva, la agresividad es una conducta que aparece por diferentes factores desencadenantes, pero con la ayuda necesaria y consejos puede mejorar y llegar a controlarse, de manera que se puedan evitar las consecuencias negativas que produce.

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